La aparición el pasado fin de semana de 19 personas calcinadas en el estado mexicano de Tamaulipas volvió a dejar clara la extrema violencia y vulnerabilidad que se vive en esta región fronteriza de la que no se escucha tanto.
Aún se desconocen sus identidades, pero el gobierno de Guatemala sospecha que sean de migrantes de su país que intentaban llegar a Estados Unidos. Varias personas en el país centroamericano ya se hicieron pruebas de ADN convencidas de que sus familiares están entre los fallecidos.
Esta hipótesis recordó a muchos la masacre en 2010 contra 72 migrantes en San Fernando, también en Tamaulipas. Incluso Naciones Unidas comparó ambos sucesos y subrayó que los familiares de aquellas víctimas siguen «en búsqueda de verdad, justicia y reparación».
Pero el gobierno mexicano rechazó tajantemente este miércoles que aquella injusticia atribuida a Los Zetas y sin esclarecer desde hace once años vaya ahora a repetirse.
«No es un San Fernando, ¿por qué? Porque estamos avanzando en la investigación de manera contundente (…). No va a haber impunidad, y también la identificación de los cuerpos», dijo la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero.
Lamentablemente, la historia de esta región de México fronteriza con Texas está repleta de otras terribles matanzas de las que poco se descubrió en las investigaciones y que parecieron quedar en el olvido para desgracia de las familias.
Hace dos años, una treintena de cadáveres aparecieron —según las autoridades, por un enfrentamiento entre grupos rivales— en Miguel Alemán, cuna de Los Zetas y vecino del municipio de Camargo donde las 19 personas fueron encontradas calcinadas este sábado.
Ambas ciudades forman parte de la llamada «frontera chica» de Tamaulipas, una zona estratégica para el tráfico ilegal de drogas y personas hacia EE.UU. y que, según expertos, es el epicentro de la violencia sufrida desde hace dos décadas en el noreste de México.
«La frontera olvidada»
La frontera chica está formada por los cinco municipios entre Nuevo Laredo y Reynosa.
Juntos forman una estrecha franja totalmente alejada del resto de Tamaulipas. Al sur tienen el estado de Nuevo León, y en el norte está Texas. Las ciudades cabecera de estos municipios en la frontera están separadas de EE.UU. por apenas decenas de metros.
La zona es conocida por su turismo de caza que atrae incluso a estadounidenses, pese a que Tamaulipas es el único estado mexicano fronterizo al que Washington pide no viajar a sus ciudadanos debido a sus niveles de «crímenes y secuestros».
También aquí se encuentra la Cuenca de Burgos, el yacimiento más importante de gas natural no asociado de México, e instalaciones de la petrolera estatal Pemex.
«Es una zona de contrabando de todo tipo de productos ilegales. Principalmente cocaína, pero también armas, gasolina… y, por supuesto, personas», dice Diego Osorno, autor de «La guerra de Los Zetas» y gran conocedor de la región.
Asegura que su ubicación estratégica como puerta de entrada más cercana al este de EE.UU. hace que mucha de la droga que se consume en ciudades como Washington o Nueva York pase por esta frontera.
«Pero la disputa de los distintos grupos existentes en la zona no es por controlar solo el tráfico de droga: es por controlar un territorio donde puede circular el mercado negro de tráfico a EE.UU. de ida y vuelta, sin la supervisión de la ley», le dice Osorno a BBC Mundo.
Guadalupe Correa-Cabrera, profesora de la universidad George Mason de EE.UU. y experta en crimen organizado, resume en cuatro palabras por qué esta zona se convirtió en una puerta abierta al tráfico ilegal: «Es la frontera olvidada».
La autora del libro «Los Zetas Inc.» subraya también el alto número de funcionarios de uno y otro lado de la frontera que han sido vinculados a actividades de corrupción o el crimen organizado para entender «por qué este negocio ha sobrevivido por tantos años».
BBC Mundo solicitó una entrevista con el vocero de la Secretaría de Seguridad de Tamaulipas pero no obtuvo respuesta.
Infierno para migrantes
El tráfico ilegal de personas es otro de los grandes negocios de los grupos criminales en la zona.
Desde el centro de México, la ruta más corta hacia EE.UU. es el sur de Texas. Miguel Alemán, en la frontera chica, es precisamente uno de los principales puntos de cruce ilegal hacia este estado.
Los migrantes que han sido asesinados en la zona fronteriza del noreste mexicano en los últimos años pudieron haber sido víctimas de distintos escenarios en su ruta hacia EE.UU., según Osorno.
«Uno es cuando un grupo criminal los intercepta e intenta obligarlos a trabajar para ellos, ya sea pasando droga a EE.UU., trabando como espías o armándolos para participar en enfrentamientos. Muchos migrantes se resisten y pueden acabar asesinados», explica.
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Fuente: BBC.